Fábulas

El tatú y su capa de fiesta, Chile

            Las gaviotas andinas se habían encargado de llevar la noticia hasta los últimos rincones del altiplano. Volando de un punto a otro, incansables, habían comunicado a todo que, cuando la luna estuviera brillante y redonda, los animales y las aves estaban cordialmente invitados a una gran fiesta a orillas del lago. El Titicaca se alegraba cada vez que esto sucedía, pues sus riberas, a menudo tristes, cobraban nueva vida con la algarabía y entusiasmo que sus vecinos ponían en celebrar la ocasión de verse y comentar los últimos acontecimientos.
            Cada cual se preparaba con esmero para esta oportunidad. Se acicalaban y limpiaban sus plumajes y sus pieles con los mejores aceites especiales para que resplandecieran y luego fueran el centro de la admiración. Era muy hermoso el espectáculo que entonces se producía y sentíanse murmullos de aprobación cuando algún comensal hacía su entrada al grupo, ataviado con prendas majestuosas y bien presentadas.
            Todo esto lo sabía también, por supuesto, Tatú, el quirquincho, quien ya había asistido a algunas de estas fastuosas fiestas que su querido que su querido amigo Titicaca gustaba de organizar. En esta ocasión deseaba ir mejor que nunca, pues recientemente había sido nombrado integrante muy principal de la comunidad. Y comprendía lo que esto significaba… Él era responsable y digno. Estas debían de haber sido las cualidades que se tuvieron en cuenta al otorgarle este título honorífico que tanto lo honraba. Ahora deseaba íntimamente deslumbrarlos a todos, y hacerlos sentir que no se habían equivocado en su elección.
           Todavía faltaban muchos días para el encuentro junto al lago, pero cuando recibió la invitación se puso a tejer un manto nuevo, elegantísimo, para que nadie quedara sin advertir su presencia espectacular. Era conocido como buen tejedor, y se concentró en hacer una trama fina, fina, a tal punto, que recordaba algunas maravillosas telarañas de esas que se suspenden en el aire, entre rama y rama de los arbustos, luciendo su tejido extraordinario. Ya llevaba bastante adelantado, aunque el trabajo, a veces, se le hacia lento y penoso, cuando acertó a pasar cerca de su casa el zorro, que gustaba de meter siempre su nariz en lo que no le importaba.    Al verlo agachado, trabajando, le preguntó con curiosidad:
           ─ ¿Qué haces?
           ─ No me distraigas, que estoy muy ocupado - le contestó inquieto el Tatú, pues el zorro le producía cierta desazón.                                                 
─ ¿Estás enojado? – insistió el visitante.
─ ¿Por qué habría de estarlo?
─ Entonces dime, ¿qué estás haciendo con tanto afán ?...
─ No ves que estoy tejiendo una capa para ponérmela el día de la fiesta en el lago?
─ ¡Cómo! –sonrió el zorro irónicamente -¿Piensas ir con eso esta noche cuando todavía no lo terminas?
El quirquincho levantó sus ojos algo miopes, de su trabajo, y con una mirada perdida y angustiada exclamó:
─ ¿Dijiste hoy en la noche?
─ Por supuesto…. En un rato más nos encontramos todos bailando.
¡Qué fatalidad! ¿Cómo pudo haber pasado tan rápido el tiempo? Siempre le sucedía lo mismo…Calculaba mal las horas…Al pobre Tatú se le fue la alma a los pies. Una gruesa lágrima rodo por sus mejillas. Tanto prepararse para la ceremonia…El encuentro el encuentro con sus amigos lo había imaginado distinto de lo que sería ahora. ¿Tendría fuerzas y tiempo para terminar su manto tan hermoso e ilusionadamente comenzado? 
 El astuto zorro captó de inmediato su desesperación, y sin decir más se alejó riendo entre dientes. Sin buscarlo había encontrado el modo de inquietar a alguien…y eso le producía un extraño placer. Tatú tendría que apurarse mucho si  quería ir con vestido nuevo a la fiesta: ji, ji, ji. Y así fue. Luego de recuperarse del sobresalto y la mala noticia, sus manitas continuaron el trabajo moviéndose con rapidez y destreza, pero debió recorrer a un truco para que le cundiera. Tomó hilos gruesos y toscos que le hicieron avanzar más rápido. Pero, ¡ay!, la belleza y finura iniciales del tejido se fueron perdiendo a medida que avanzaba y quedaba al descubierto una urdimbre más suelta.  Finalmente todo estuvo listo y Tatú se alegró de poder asistir a la fiesta. Entonces respiró hondo, y con un suspiro se alivio miró al cielo estirando sus extremidades para sacudirse el cansancio de tanto trabajo.                                                     
¡En ese instante advirtió el engaño! ¡La luna todavía no estaba llena! Lo miraba curiosa desde sus tres cuartos de creciente… Un primer pensamiento de cólera contra el viejo zorro le cruzó su cabecita. Pero al mirar su mano nuevamente bajo la luz brillante que caía también de las estrellas, se dio cuenta de que, si bien no había quedado como él, lo imaginara, de todos los modos el resultado era de auténtica belleza y esplendor. No tendría para qué deshacerlo. Quizás así estaba mejor, más suelto y aireado en su parte final, lo cual le otorgaba un toque exótico y atractivo.  El zorro se asombraría cuando lo vier...  Y además, no le guardaría rencor, porque había sido su propia culpa creerle a alguien que tenía fama de travieso y juguetón. Simplemente él  no podía resistir la tentación  de andar burlándose…y siempre encontraba alguna víctima.         
 Pero esta vez todo salió bien: el zorro le había hecho un favor. Porque Tatú se lució, efectivamente, y causó gran sensación con su manto nuevo cuando llegó, al fin, el momento de parecer triunfante en la fiesta anual de su amigo Titicaca.

Lucía Gevert, Mitos y Leyendas de nuestra América, Mare Nostrum
 
O Tatu e o seu fato de cerimónia

       A festa dos animais estava para chegar, seria numa noite de lua cheia, na próxima lua cheia.
      O Tatu, cheio de vontade de brilhar na festa, começou a fazer o seu fato de cerimónia. Fiou a lã mais fina, usou as cores mais bonitas: cor-de-rosa, azul, amarelo, verde e vermelho. Mas o tempo era pouco, a Raposa enganou-o, dizendo-lhe que a festa era na noite seguinte.
       O Tatu ficou desolado, queria fazer um fato largo, lindo, e um gorro, mas assim não tinha tempo.
     Mesmo assim, fez o que pôde e apresentou-se na festa, mas quando lá chegou percebeu que a Raposa o tinha enganado. A festa não era naquele dia, o que a Raposa não queria era que o Tatu fosse o mais elegante. Quando o Tatu se apercebeu de que ainda tinha tempo para melhorar o seu fato, esmerou-se e no dia da festa fez um sucesso.


5º G


A Lenda da Gazela e o Caracol –  Moçambique



Uma gazela encontrou um caracol e disse-lhe: «Tu, caracol, és incapaz de correr, só te arrastas pelo chão.» O caracol respondeu: «Vem cá no Domingo e verás!»
O caracol arranjou cem papéis e em cada folha escreveu: «Quando vier a gazela e disser «caracol», tu respondes com estas palavras: «Eu sou o caracol». Dividiu os papéis pelos seus amigos caracóis dizendo-lhes: «Leiam estes papéis para que saibam o que fazer quando a gazela vier.»
No domingo a gazela chegou à povoação e encontrou o caracol. Entretanto, este pedira aos seus amigos que se escondessem em todos os caminhos por onde ela passasse, e eles assim fizeram. Quando a gazela chegou, disse: «Vamos correr, tu e eu, e tu vais ficar para trás!». O caracol meteu-se num arbusto, deixando a gazela correr.
Enquanto esta corria ia chamando: «Caracol!». E havia sempre um caracol que respondia: “Eu sou o caracol.» Mas nunca era o mesmo por causa das folhas de papel que foram distribuídas.
A gazela, por fim, acabou por se deitar, esgotada, morrendo com falta de ar. O caracol venceu, devido à esperteza de ter escrito cem papéis.
«Como tu sabes escrever e nós não, nós cansamo-nos mas tu não. Nós nada sabemos!».

5º B


A Águia, a Chita e o Golfinho


            Em África havia três reinos: o reino dos céus, o reino da terra e o reino do mar. Todos esses reinos eram governados por um rei. O reino dos céus era governado pelo Falcão, no da terra, governava o leão e no mar era o tubarão.
            Um dia, os três reinos decidiram que ia haver uma guerra, uma guerra que ia decidir o reino mais forte. Então, quando estava prestes a começar a guerra, apareceu uma lebre que se pôs no meio. Todos os animais ficaram parados. Até que o leão perguntou: - O que foi lebre?- A lebre então, do alto da sua ponderação, respondeu: -Porque é que os reinos lutam para saber qual é o mais forte? Em vez disso façam uma corrida. Os três reis ao ouvirem o que a lebre disse, pensaram bem e concordaram que devia haver uma corrida.
            Passada uma semana, o dia da corrida tinha chegado. Os três reinos escolheram o seu corredor: o reino dos céus escolheu a águia, o da terra escolheu a chita e o do mar escolheu o golfinho. A corrida ia decorrer na «Selva do Sul». O golfinho ia a nadar junto à margem do rio Zibize, a seu lado, pela selva ia a correr a chita e pelos ares voava veloz a águia. O comentador da corrida era a serpente. A serpente anuncia em voz alta: -Três, dois, um, partida! Todos os animais nesse momento gritaram:-Força! No início da corrida a chita estava a liderar a corrida mas, de repente o golfinho ultrapassa e passa para primeiro lugar, passados alguns segundos a águia ultrapassa o golfinho e lidera ela a corrida…
            Quando chegaram à meta, a chita, a águia e o golfinho estavam empatados. Nesse momento, os três reis perceberam que os seus reinos eram todos iguais e todos importantes, não valia a pena então competir! Desse dia em diante não houve mais guerras entre os reinos.

Pedro Mourão
 5ºB

Quem se ri por último, ri melhor


            Era uma vez, um ganso que vivia numa quinta muito densa e verde. No meio da quinta, estava uma casa, onde vivia uma família muito humilde. Os pais eram a Sra. Raimunda e o Sr. Carica cá, eles tinham dois filhos, a menina Joana e o menino Joãozinho.
Um dia, passou pela quinta um criador de cavalos. O ganso, muito desconfiado, foi espreitar pela porta da capoeira. A única coisa que ouviu, foi o criador a vender, bem, a tentar vender um cavalo castanho às pintas, muito alto, e ótimo corredor.
            - Nós aceitamos - disseram os pais.
            -Muito bem, então passo por aqui depois de amanhã! – disse o criador de cavalos todo satisfeito com a compra.
            Passados os dias combinados, o ganso acordou de repente, sobressaltado. Depois grasnou:
            - Bem! Bem! Bem! Parece que o cavalo já chegou aqui!- disse ouvindo ao longe os relinchos do tal animal.
            - Olá, senhor ganso! Nem sei como se consegue aguentar! Anda tão desajeitado que nem uma corrida o senhor ganhava! – disse o cavalo.
            - Pois bem, faço-lhe um desafio! E vamos ver se não vai logo deixar de fazer esse olhar frio! Façamos uma corrida, vamos que até já tenho a vitória garantida! – propôs  o ganso, indignado.
            Antes da corrida, o ganso planeou a sua tática. Sempre que o cavalo ultrapassasse o ganso, aparecia um outro seu companheiro a gritar – «Vitória! Vitória!»
            No final da corrida, ganho o ganso porque se «multiplicou».
            - Nem acredito que perdi! - lamentou-se o cavalo.
            - Pois, sabe senhor cavalo, quem ri por último, ri melhor!

Matilde Caleiro
5º B

Um dia trágico


            Era uma vez um esquilo, uma serpente e um urso. Os seus nomes eram Filipe o roedor; Maria a guarda e Fernando o guloso. Certo dia, decidiram fazer algo de interessante, fizeram então um festival aéreo. O avião era feito dos mais resistentes troncos da floresta, era revestido por folhas de bananeira. Muito resistente! Quem ia a conduzir o avião (o piloto portanto), era o Filipe, o roedor, quem ia a dar as instruções (o copiloto) era a Maria, a guarda e Fernando esse, iria ficar a comer um belo mel.
            Era o grande dia e Filipe estava nervoso, por um lado, porque nunca pilotara um avião, por outro lado não estava nada nervoso, porque estava confiante na sua amada (a Maria).
Chegara o grande momento, o avião ia descolar! O Filipe estava a ir muito bem, tudo corria bem quando, um tronco se soltou e o avião começou a desfazer-se. Passados poucos minutos, Filipe caía em cima de vinte porcos-espinhos. Fernando assustou-se de tal forma que atirou o pote de mel ao ar e este foi cair na cabeça da Maria. Foram os dois a caminho do hospital Dona Cecília. O Filipe tinha sessenta espinhos espetados no rabiosque e uma pata partida, a Maria tinha a cabeça partida e teve de levar dez pontos. Passados cinco dias, saíram os dois do hospital. Filipe tinha a pata ao peito e sessenta pontinhos vermelhos no rabiosque e a Maria trazia fitas brancas na cabeça.
Passadas duas semanas, voltou tudo ao normal mas do susto não se livraram.


Joana Matos
5ºB